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UNA POSIBLE PRESENTACIÓN...

Nada nuevo bajo el cielo 

Barcelona se nos parece cada vez más a una tierra quemada, inhóspita, desolada en todo aquello que concierne a lo colectivo. Como en una guerra en la que no se pretende dejar nada a sus enemigas, el capital ha arrasado con todos los modos de relacionarse ajenos a él, ha acabado con la cultura anticapitalista y sus formas implícitas de organizarse, y ante cualquier eventualidad ha arrojado sal para evitar que nada crezca de sus cenizas. Detrás de sus numerosas luces de colores, sus escaparates, sus nuevas calles con sus nuevos bloques; detrás de la exhibición de su capacidad técnica y de su monumentalidad que grita a los cuatro vientos su poder, vemos con toda su crudeza, sin edulcorantes, la agonía de lo social.

Hoy nos sabemos más solos, más ciegos, más viejos al tener menor certeza de que el futuro será cual lo imaginamos. El espacio que nos rodea lo apercibimos más cerrado, más obtuso, más obscuro. La relación entre las personas, más mediática, más institucionalizada, más subsidiaria: necesitamos más objetos que medien en nuestras relaciones, el Estado se ocupa de más cosas y más de nuestras cosas, otros actuan por mí y por mi relación con el otro. Las ideas circulantes respecto a la familia, a la escuela, a la droga, al sexo, respecto a la cárcel, a la delincuencia, a un posible cambio social,... las apercibimos más reaccionarias, más uniformes, menos personales, más estereotipadas. La creación (¿por más subvencionada?) la creemos más escasa. El tiempo libre, no pillado por los objetos, por el Estado, por la economía, lo sabemos menor"1.

Estos cambios de paradigma denunciados desde los años 60, y antes, encontraron su propia expresión en lo que las mercenarias de la pluma capitalista denominaron posmodernidad. Cambios que se encargaron rápidamente de definir para alabarlos y darle el contenido intelectual que necesitaba este nuevo ciclo capitalista. Cambios que conciernen al tejido productivo, al peso que adquiere la economía financiera y especulativa, a la información, el saber y la comunicación como pilares axiales del sistema económico y de control, al consumo de masas, a la influencia de los mass media, a las costumbres y la cultura de la gente, a las relaciones sociales, etc. Parece ser, pero, que en este proceso existe un denominador común ya que su consecuencia, y cada vez más su premisa, es el aislamiento.

Aquello que nos reconocía, que nos hermanaba, que hacia de los barrios y las calles un hervidero de relaciones y encuentros se ha convertido en un flujo de mercancías y personas, en sitios de paso entre momentos puramente económicos; del lugar de producción al lugar de consumo, pasando por una vivienda cada vez más hermética a la realidad y más dependiente de lo virtual. Esta disgregación generalizada, se asientan en la falsa comunidad de la sociedad de masas, en este estar conectados con el mundo a través del televisor y internet, situación que torna gregario el comportamiento, que nos hace pensar más pequeño el mundo y más juntas a las personas pero que en realidad, a la hora de enfrentarnos a cualquier problema, nos muestra lo solas, impotentes, vulnerables e inseguras, que estamos. Y ante esta situación no nos queda otra opción que recurrir a los poderes estatales y económicos, delegando en ellos la solución a los problemas y reforzando así su control y poder sobre nosotras.

Esta situación que describimos habla de lo general, de unos rasgos que caracterizan cada vez más las relaciones sociales, en el trabajo, en la familia, en el mal llamado tiempo libre, entre todas nosotras, como amigas o como desconocidas. A pesar de esto, esta generalización no se percibe de forma uniforme ya que las personas han asimilado esta cultura impuesta de distintos modos, en función de su dependencia del estado y el capital. Pero aunque persistan algunas formas comunitarias, que no se vinculen por los intereses monetarios, éstas cada vez se parecen más a una peña de futbol o a un club de fans. Y casi nunca se plantean como contrarios al sistema, sino, incluso a pesar suyo, como sus apéndices.

Y ante este panorama que mostramos, que podría suscitar no pocos intentos de desembarazarse de él ¿Cómo puede ser que no exista la protesta? ¿Cómo puede ser que no estalle todo en mil pedazos? El malestar se sufre pero no encontramos la manera de concretarlo, definirlo y encontrar sus razones verdaderas, y así nos intentamos desembarazar de él de mil formas distintas, pero al no saber de donde viene golpeamos al vacío. Nos han despojado de las palabras para gritar, nos han arrebatado otra visión del mundo y el yugo se padece en silencio. Pero además en los países del capitalismo avanzado no solo se ha desarrollado las maneras practicas y psicológicas de separarnos las unas de las otras sino que se han creado distintos modos de huir de la vida cotidiana, adaptados a las distintas sensibilidades y personalidades, para poder quedarnos atrapadas para siempre entre sus garras. Así, frente a la soledad manifiesta y la falta de relaciones sociales reales, no fundadas en lo mercantil, se nos ofrecen las nuevas redes sociales virtuales. Frente a la impotencia, el estrés, la inseguridad y la baja autoestima, la desesperación, frente al vacío de una sociedad fundada en el rédito económico y la obediencia tenemos al alcance los fármacos y drogas que queramos; las pastillas y la tele o la coca y la discoteca; Frente a todo aquello que no se da más en la realidad: aventura, imprevisión, autonomía, imaginación, creatividad, etc. nos ofrecen satisfacerlo en la virtualidad, y para a quien una película o un videojuego no ayude a olvidar su explotación cotidiana le venden, mediante la abundante y variada economía del ocio, el paracaidismo, el rafting, los aquaparks… la infinidad de diversiones controladas, con las dosis de adrenalina adecuadas que apacigüen la frustración de una vida miserable.

No hay nadie más solo que el que se encuentra en una pista de baile abarrotada entre ruido y luces. Nada predice más la tristeza que la risa y la felicidad del que tiene que volver al trabajo asalariado. Quien se cree más acompañada se levantara más solao que nunca. Todo aquello que nos ofrece el sistema capitalista para no padecer sus males nos catapulta a la larga a sufrirlos de forma más grave. Y ante eso solo quedan las pastillas.



El antagonismo delante del espejo

Ante esta situación tenemos que lidiar las que nos enfrentamos al actual sistema democrático y capitalista. Situación que nos condiciona y que se manifiesta por doquier en nuestros ambientes.

En estos últimos diez o quince años en Barcelona vemos que las luchas se han ido fragmentando más y más, lo que ha llevado a los movimientos antagonistas a disgregarse en pequeños grupos que se han especializado en diferentes luchas (antifascismo, ecologismo, okupacion, feminismo, presismo, etc.). Esto ha dado lugar al nacimiento de un sinfín de centros sociales ocupados, colectivos, publicaciones, editoriales, ateneos, bibliotecas, etc. como también a introducir aspectos que antes no se tenían muy en cuenta (género, liberación animal, ecologismo radical). En definitiva el antagonismo político aparenta estar en buen estado de salud -su número de “militantes” respecto finales de los noventa es visiblemente superior-, pero en realidad es solo eso, apariencia: la disgregación pasa factura. A pesar de que antes también existían luchas concretas y parciales, parece que algunas de ellas tuvieron un fuerte carácter aglutinador como fue el antifascismo o la okupación; eso permitía un mayor conocimiento y coordinación entre los distintos barrios, se tenían claros los momentos en que se necesitaba salir con fuerza a la calle y solidarizarse frente a los momentos represivos. Ahora, en cambio, no existe una práctica conjunta, cada una se queda en su círculo, cada vez nos movemos y conocemos menos entre los barrios y las actividades y convocatorias difícilmente se secundan más allá de los grupos e individuas más próximos. Y lo único que rompe esta dinámica es la fiesta ¿Cómo conseguir que el aislamiento extremo en el que vivimos en un sitio como Barcelona, una de las grandes ciudades europeas, con su flujo constante de turismo y mercancías, no afecte y transforme a su antojo nuestros entornos?

Con todo esto queremos decir que vemos la necesidad urgente de establecer lazos políticos y ensamblar este archipiélago de luchas, ya que creemos que de forma aislada pierden nitidez y dejan caminos abiertos entre sus aguas a un reformismo que solo busca maquillar al sistema y no, como nosotras, destruirlo.

Estos años también han sido un tiempo donde nuestro círculo de intervención social se ha ido cerrando más y más sobre nosotras, desatendiendo todo aquello que no tenía un discurso similar al nuestro o bien una estética guerrera. De este modo nos hemos ido distinguiendo, no solo entre nosotras, sino también de las luchas llevadas a cabo por aquellas que mal llamamos “gente normal” (luchas vecinales y contra planes urbanísticos, luchas por el territorio, luchas contra el endurecimiento de las leyes, conflictos laborales), contribuyendo a acrecentar la separación y una vez más, dejando el terreno libre para las burócratas y oportunistas que sólo buscan más poder y traer cualquier situación de conflicto de vuelta a la normalidad.

El porqué de este proceder no es fácil de responder. No se trata solo de un rechazo a ciertos discursos o bien de la negación a ciertos ámbitos de lucha por reformistas. A veces nos hemos visto envueltas en dinámicas que nos han estancado y han condicionado una inercia que se negaba a cambiar de rumbo. Otras veces la urgencia de la represión nos ha encerrado en la lógica que conlleva su respuesta. Pero también es cierto que el debate y la discusión razonada han brillado por su ausencia. No han existido verdaderos momentos de encuentro, propuestas y elaboraciones de estrategia para afrontar el presente. Han existido en cambio ridículos debates donde cada cual se enrocaba en posturas estancas. Al final vemos que dejando de participar en muchas luchas con reivindicaciones y contenido que no compartimos totalmente o que creemos demasiado parciales, hemos perdido de vista la potencialidad subversiva del conflicto. Hemos dejado de intervenir en los espacios sociales que nos son más incómodos y no, como se pretende decir algunas veces, que no nos conciernen. Ante esto existe la sospecha de que nos hemos cerrado en un gueto en el que nos es mucho más fácil estar, ya que no tenemos que discutir sobre nuestras verdades compartidas.

La propuesta no consiste en echarse de cabeza a cualquier conflicto que aparezca en nuestro entorno, sino en intervenir en todos aquellos aspectos que nos afectan realmente. Actuar en el terreno del que una vez desertamos y enfrentarnos a los problemas que se nos plantean. Es hora de empezar a hacernos preguntas comprometedoras, ¿Cómo compaginar el reformismo de ciertas luchas y reivindicaciones con la voluntad de acabar con el sistema?, ¿Cómo tener presencia en los espacios políticos dominados por el reformismo, con un discurso coherente y combativo? ¿Cómo evitar caer en una fraseología y discurso violento y guerrero, que más tiene de espectacular y estético que de real, sin perder nuestro horizonte de lucha?

Si somos capaces de ver más allá de una consigna podemos encontrar muchos puntos en común con otras luchas. Si participamos en ellas como afectadas y desde la transversalidad, podremos romper las barreras que generan la estética y las distintas culturas políticas que esconden una posible afinidad. Solo el encuentro en el camino nos desvelará quienes somos y con quien podemos compartir el presente.

¿Cómo evitar la recuperación sin acabar con las luchas parciales?, ¿Si las verdaderas luchas provienen de necesidades reales y no de presupuestos ideológicos qué mecanismos evitan que las demandas asimiladas apaguen la sed de la lucha?

Necesitamos volver a sentir pasión por la vida, politizarla por entero, más allá de los conflictos concretos, para evitar que los reformismos consigan sus objetivos y nos acomoden en una vida más habitable, a pesar que no sea nuestra.



En esta tierra quemada

¿Y ante esta situación que puede ofrecer una publicación mas? Somos conscientes que no decimos nada nuevo, que todo ha sido dicho ya y que poco podemos aportar a los libros escritos y teorías existentes. Pero la teoría, bajo el peso de la Historia, queda sepultada y solo relacionándola con los procesos vivos cobra sentido a la vez que se modifica. Además, ahora que el poder ha hecho suyo el vocabulario y ha cambiado el sentido de las palabras a su antojo es más necesario que nunca recordar a cada instante lo que esconde o tergiversa su propaganda. Si no desmentimos las verdades y los significados que dicta el poder corremos el riesgo de vernos sumergidos en sus telarañas. Es pues vital desmentir sus discursos y generar las preguntas adecuadas que se enfrenten a él.

Necesitamos estar presentes y enfrentadas a su visión univoca del mundo. Necesitamos además momentos de reflexión, desde la tranquilidad, para analizar los procesos de lucha que se dan y de los que participamos, evidenciando su denominador común, para fortalecerlos en su perspectiva anticapitalista y contra el estado. A veces las dinámicas que genera una lucha no permiten ver parte de su esencia, pero todas ellas enseñan, ejemplifican y así nos ayudan a trazar nuestra estrategia. Es en este momento en el que nos queremos encontrar para cuestionarnos lo que sucede y generar las preguntas que nos lleven a buscar su respuesta en la lucha social en la que estamos inmersas, queramos o no. Y las respuestas difícilmente se dan en los libros, se encuentran en la calle y al calor de la revuelta.

Con esta publicación queremos unirnos a esa línea que se esta trabajando desde hace tiempo; al esfuerzo de las compañeras que quieren salvar las distancias que separa las distintas luchas, y las diferencias que existen entre colectivos e individualidades que al final todas buscan el camino que nos saque del atolladero que nos inmoviliza. Debemos encontrar las maneras de encontrarnos y crear los presupuestos válidos para tejer la estrategia que nos haga presentes en la sociedad que pretendemos destruir.

Busquemos nuestras cómplices.


1. Transición a la modernidad y Transacción democràtica (de la dictadura franquista a la democracia.) La Leyenda de la Transición. Colectivo etcètera.

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